Orar en comunidad es una de las formas más poderosas de experimentar el amor y la misericordia de Dios. Cuando nos unimos en oración, somos como los primeros cristianos, que perseveraban unánimes en la oración (Hechos 1,14). Jesús mismo nos aseguró: Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (San Mateo 18, 20). 

La oración comunitaria tiene una fuerza especial porque no sólo eleva nuestras peticiones, sino que también fortalece nuestra fe, nos une como hermanos y nos hace sentir el apoyo y consuelo mutuo. Cuando oramos juntos, compartimos nuestras cargas, nuestras alegrías y nuestras esperanzas, y el Espíritu Santo se derrama sobre nosotros de manera abundante.

Pidamos juntos por todas las necesidades, confiando en que Dios escucha nuestras súplicas y que su amor es más grande que cualquier problema o dificultad. Amén.