"Vengan, pongamos las cosas en claro —dice el Señor—. Aunque sus pecados sean como escarlata, quedarán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como la lana" (Isaías 1,18).
La reconciliación es un don del amor de Dios. No es solo un acto humano de pedir perdón, sino una obra divina que nos transforma. Dios es el primero que nos busca, como el padre que corre al encuentro del hijo pródigo (Lc 15,20), y nos invita a volver a su abrazo lleno de ternura.
San Juan María Vianney decía: "Dios no se cansa de perdonarnos; somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón." Y es verdad. A veces, sentimos vergüenza, miedo o incluso desesperanza. Pero la misericordia de Dios es más grande que cualquier pecado. Cuando reconocemos nuestra necesidad de Él y nos acercamos con humildad, su gracia nos renueva completamente.
Los pasos en el camino a la reconciliación
Reconocer la necesidad de Dios
Solo en Él encontramos paz verdadera. Sin Dios, el alma se siente inquieta, como lo expresó San Agustín: "Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti."
Examinar el corazón con sinceridad
No hay sanación sin verdad. Es importante preguntarnos: ¿He amado a Dios sobre todas las cosas? ¿He sido misericordioso con los demás? ¿Hay rencores que debo soltar?
Acercarse con confianza al sacramento de la Confesión
Jesús instituyó este sacramento porque conoce nuestra fragilidad. San Pío de Pietrelcina decía: "El tribunal de la misericordia es la Confesión. Allí, el Señor espera con amor al pecador arrepentido."
Reparar el daño y vivir en gracia
No basta con arrepentirse; es necesario cambiar de vida. Como dijo Santa Teresa de Calcuta: "El verdadero arrepentimiento no es solo decir 'lo siento', sino decir 'no lo haré más'."
Te invito a ver el video "Camino a la Reconciliación", donde reflexionamos juntos sobre cómo amar según el corazón de Dios. ¡No te lo pierdas!
Hermano Juan Pablo Mata, nos comparte: