En nuestra vida diaria, a menudo llevamos cargas espirituales que nos alejan de la plenitud que Dios quiere para nosotros. Por eso, todos estamos llamados a pedir con humildad: "Purifícame, Señor." Esta oración sencilla, pero profunda, no solo pide perdón, sino una transformación total del corazón.
En esta prédica, reflexionamos sobre cómo Dios, en su infinita misericordia, trabaja como un artesano divino para moldear y purificar nuestras almas. No importa cuán lejos creamos estar de Él, siempre está dispuesto a acogernos, limpiarnos y renovarnos, tal como el Padre misericordioso recibe a su hijo pródigo.
Te invito a ver esta prédica y dejar que el Espíritu Santo inspire en ti el deseo de ser purificado y transformado por la gracia de Dios. No estás solo en este camino: el Señor te acompaña, te fortalece y te levanta.
Hermano Juan Pablo Mata, nos comparte: