Sanar es ver con nuevos ojos, una verdad profundamente espiritual que refleja el proceso de transformación interior que Dios realiza en nuestras almas cuando buscamos su gracia. Cuando permitimos que el amor y la misericordia de Cristo iluminen nuestras heridas, no solo encontramos alivio, sino también una perspectiva renovada sobre nuestras experiencias y el mundo.
En el Evangelio, vemos cómo Jesús no solo sana físicamente, sino que también restaura corazones y vidas. El ciego de nacimiento, después de ser sanado, exclamó: “Yo era ciego, y ahora veo” (San Juan 9, 25). Esta sanación no se limita a su vista física; se trata de un cambio en cómo percibe su existencia y su propósito. Al sanar, comenzó a ver con los ojos de la fe.
Hermano Juan Pablo Mata, nos comparte: