Conmemoración.

Este 2 de noviembre, con ocasión del Día de los Muertos, millones de personas alrededor del mundo acuden a los cementerios para recordar a sus seres queridos, una tradición que es alentada por la Iglesia Católica.

La Iglesia anima a conmemorar a los fieles difuntos porque es una tradición permanente de la Iglesia Católica.  Considerando que la muerte de un cristiano es en realidad su nacimiento al Cielo, los primeros cristianos acostumbraron reunirse ante la tumba de sus hermanos difuntos en el día del aniversario de su muerte y celebraban la Misa por ellos, sobre todo si habían dado testimonio de Cristo con su martirio. Gracias a esa tradición sabemos la fecha del martirio de muchos de nuestros santos. Debemos guardar el Evangelio pero también las tradiciones, veamos  que nos instruyó San Pablo al respecto:

1 Corintios 11, 12: "Los felicito porque siempre se acuerdan de mí y guardan las Tradiciones tal como yo se las he transmitido."

Como podemos ver, San Pablo está alabando a la comunidad de Corintios no por guardar el Evangelio, sino por guardar las "Tradiciones", lo cual se clarifica al saber que los Evangelios en esa época aun no circulaban en las comunidades cristianas.

Los difuntos siguen siendo miembros de la Iglesia Católica.

Constituye una obra de caridad indispensable que quienes aún peregrinamos en este mundo oremos y hagamos sacrificios por las almas del purgatorio, conscientes de que muchos entre quienes nos han precedido necesitan aún purgar sus faltas para poder gozar de Dios de manera definitiva.

Dice el Santo Padre: "El recuerdo de los difuntos, el cuidado de los sepulcros y los sufragios son testimonios de confiada esperanza, arraigada en la certeza de que la muerte no es la última palabra sobre la suerte humana, puesto que el hombre está destinado a una vida sin límites, cuya raíz y realización están en Dios" (Papa Francisco).

Es importante que todos los católicos guardemos el debido respeto en los cementerios y campos santos. Ciertamente, hay una diversidad de costumbres presentes y arraigadas, que pueden o no ser parte de lo que se denomina la Piedad Popular.


Como fuere, esta conmemoración no puede ser pretexto para abandonar el recogimiento, la oración de intercesión o la conciencia de que somos pecadores y necesitamos todos, vivos y muertos, de la misericordia de Dios.