Durante su vida, Cristo realizó muchos milagros: multiplicó los panes, curó enfermos, aplacó tempestades y devolvió la vida a quienes ya habían fallecido. Esos milagros tenían siempre la finalidad de ayudar a otros, y Cristo los hizo por amor a nosotros.

Cuando Jesús hacía un milagro, primero platicaba con Dios Padre, y no dejaba de explicar a los presentes que realizaba el milagro para que reconocieran a su Padre Dios que actuaba en Él y que lo realizaba con la autoridad misma de Él. ¡Muchos creían al ver los milagros! Más tarde, los discípulos y los apóstoles comenzaron también a realizar milagros por autoridad de Cristo, que es Dios: haciendo siempre oración y pidiendo en Su nombre, se realizaba el milagro. 

Esto significa claramente que Dios es “el autor” de todos los milagros. Muchos hombres y mujeres piden ayuda a Dios para nuestro beneficio. Eso les ha hecho ser reconocidos como “santos”, porque antes de pedir por ellos mismos, se preocupan y piden por otros. Así, desde el cielo y delante de Dios, los santos interceden por ti cuando se lo pides para que Dios realice un milagro.

Hay que destacar que todos en la Iglesia estamos llamados a interceder los unos por los otros, es decir, a pedir por las necesidades de los demás. Un despistado, malinterpretando la Palabra de Dios, podría decir que Jesús es el único intercesor o mediador entre Dios y los hombres, como dice la Biblia y que no hay otro intercesor fuera de El. Pero, hay que aclarar que cuando nosotros intercedemos, al hacerlo en el Nombre de Jesús, y al ser nosotros parte de su Cuerpo Místico, es El quien al fin de cuentas resulta siendo el intercesor. En todo caso veamos, las citas bíblicas que confirman lo que aquí afirmamos: que todos en la Iglesia podemos interceder por los demás:

Ex 32.30 ‘Voy a subir donde Yavé. Ojalá pueda obtener por ustedes el perdón de este pecado’

Nm 12.11,13 Aarón le dijo entonces a Moisés: ‘Te lo suplico, Señor, no nos hagas pagar este pecado’. Entonces Moisés suplicó a Yavé. 

Por todas estas razones, es que los católicos creemos firmemente, cimentados en lo que nos dice la Palabra de Dios, que María, los ángeles y todos los santos; están viviendo en la presencia de Dios e intercediendo continuamente por nosotros, alcanzándonos, cuando así es la voluntad divina, las gracias que les pedimos. No son ellos quienes hacen el milagro, es Dios quien por aquella intercesión nos lo concede.