Cómo podemos disminuir nuestra necesidad de juzgar a otros padres.

Es fácil juzgar a otros padres. Sentados en el banco del parque, nuestra mente se llena de pensamientos de desaprobación cuando esa madre “permite” que su hijo haga un berrinche o cuando ese padre “deja” que su hijo bloquee el tobogán. Yo nunca dejaría que mis hijos se comportaran de esa forma, nos decimos.

Me atrapé a mí misma haciendo esto cuando estaba con mi esposo en una heladería a las 11 de la noche y una madre entró con un niño pequeño.

¿Por qué este niño está despierto y le dan helado a estas horas?, pensé.

Cuando comprendí lo que hacía mi mente, me esforcé activamente por suprimir esos pensamientos. Quizás alguien de la familia estaba enfermo y después de un largo día trataban de consolar al niño antes de volver finalmente a casa. Tal vez iban camino al aeropuerto cercano antes de un vuelo nocturno y necesitaban comer algo. Las posibilidades eran infinitas y sólo era necesario un esfuerzo mínimo para redefinir favorablemente la narrativa.


Cómo disminuir la necesidad de juzgar

En primer lugar, tratemos de darles a otros padres el beneficio de la duda, tal como yo modifiqué mi respuesta a la mujer que le daba helado a su hijo a las 11 de la noche.

También debemos normalizar la paternidad y permitirnos ser vulnerables y descargar nuestras frustraciones paternas. En vez de postear en las redes sociales experiencias perfectas, podemos compartir nuestros desafíos. Considera mostrar una foto de una familia adorablemente disfuncional en vez de esa gloriosa foto que requirió muchos sobornos hasta lograr esa toma.

Acabemos con esta necesidad de una paternidad perfecta y aprendamos a reírnos juntos de nuestros errores. En vez de torturarnos por servirles a los niños otra vez nuggets de pollo, podemos bromear con otros padres sobre los méritos nutricionales de este alimento. Cuando el hijo de otra persona se para sobre la silla en un restaurante y hace una presentación musical no deseada, podemos reemplazar la mirada desagradable con una sonrisa. Sin decir ni una palabra, podemos transmitirle al padre avergonzado que también hemos estado en su lugar y lo entendemos. Con sentido del humor, podemos demostrar que nos validamos los unos a los otros y así romper el ciclo de juicio.

No es una vergüenza cometer errores ni escoger la opción más sencilla. Cuando vemos a nuestros hijos tener conductas cuestionables, en vez de verlo como un mal reflejo de nosotros mismos, podemos discutirlo abiertamente con otros padres.

Ser más abiertos y reírnos de los errores alivianará la carga y disminuirá nuestra necesidad de criticar a otros padres para poder sentirnos mejor.

Entonces pasaremos menos tiempo juzgando y más tiempo ofreciendo nuestro apoyo a los demás.