El amor es la razón principal por la que un hombre y una mujer deciden casarse y de él nace una fuerza que los mantiene unidos. La celebración del vínculo matrimonial fue un acto de amor y la promesa de amarse incondicionalmente para toda la vida. Tiene que convertirse en una forma verdadera de caridad cristiana, teniendo como fin la perfección y salvación del propio cónyuge. No se debe dejar llevar por los problemas que surgen por los diferentes temperamentos, ni por la situación económica, ni por los sentimientos, ni por egoísmos. Se debe fomentar el amor entre ambos, sobre todo en momentos difíciles. Practicar las virtudes sobrenaturales y humanas. Crear un ambiente familiar de amor a Dios y al prójimo.
El Matrimonio como institución lleva consigo deberes y obligaciones que los esposos deben cumplir y vivir. El Matrimonio cristiano por su misma índole está llamado a ser una “comunidad de vida y amor, Iglesia doméstica” donde se vivan y trasmitan los valores del Evangelio de Padres a hijos, formando en ellos no sólo buenas personas o buenos ciudadanos, sino santos cristianos.
El Código de Derecho Canónico (c. 1135‐1136) señala que: “Ambos cónyuges tienen igual obligación y derecho respecto de lo que corresponde al consorcio de la vida conyugal. Los padres tienen la obligación gravísima y el derecho primario de procurar en la medida de sus fuerzas la educación de la prole, tanto física, social y cultural, como moral y religiosa”.
Así pues los deberes de los cónyuges entre sí y respecto de la sociedad miran al desarrollo y crecimiento en la vivencia conyugal, ya están llamados a vivir en el amor, siendo el uno para el otro, complementándose.
Algunos deberes y obligaciones.
1. Ser un caballero. ¿Hace falta que diga algo más? Si hace falta, entonces deja que te lo defina…
2. Luchar para darle a mi pareja placer, y no dolor.
3. Evitar culpar y atacar a mi pareja por cosas que me molestan.
4. Expresar lo que necesito y no esperar que mi pareja me lea la mente.
5. Tomar los sentimientos y las necesidades de mi pareja seriamente.
6. Asegurar que mi pareja se sienta emocionalmente segura conmigo.
7. Darle a mi pareja una intimidad física disfrutable y consistente.
8. Expresar consistentemente amor y afecto.
9. Reconocer las cosas que mi pareja hace por mí y expresar gratitud por ellas.
10. Reconocer mis errores y asumir responsabilidad por ellos.
11. Trabajar con mi pareja para encontrar soluciones a nuestros problemas que nos satisfagan a ambos.
12. Buscar ayuda profesional de un sacerdote o psicoterapeuta licenciado si no podemos resolver nuestros temas por cuenta propia.
13. Siempre hablarle a mi pareja con respeto.
14. Siempre tratar a mi pareja con respeto y dignidad.
15. "Pelear limpio".
16. Nunca pelear con mi pareja frente a nuestros hijos.
17. Apoyar y alentar el crecimiento personal de mi pareja.
18. Luchar siempre para ser un buen amigo de mi pareja y compartir sus batallas personales.
19. Poner límites para proteger nuestro matrimonio de influencias externas nocivas.
20. Hacer que mi pareja sea mi prioridad número uno (no mi carrera, los niños o mis padres).
21. Nunca discutir nuestros problemas matrimoniales con nadie a menos que mi pareja lo sepa y me dé permiso, con excepción de cuando yo esté seguro/a de que a mi pareja no le importará.
22. Mantener límites "sanos" entre mí y las personas del sexo opuesto.
23. Ser financieramente responsable.
24. Ser feliz y saber que mi pareja no es responsable por mi felicidad.
25. Luchar para crear una atmósfera hogareña pacífica y relajada.
26. Nunca gritar con furia, ser violento/a, causar temor ni ser controlador/a.
27. Dejar que mi pareja sepa en dónde estoy, adónde estoy yendo, qué estoy haciendo y con quién estoy.
28. Permitir que mi pareja tenga su espacio y privacidad.
29. Halagar a mi pareja, y nunca ofenderla.
30. Divertirnos juntos y buscar un balance en nuestras vidas.
31. Nunca amenazar a mi pareja con el divorcio.
32. Hacer mi parte para asegurar que estemos trabajando juntos como un equipo.
33. ¡Ser un caballero! ¡Ahora sabes lo que significa!