Un matrimonio sabio lo conforma un hombre y una mujer que han decidido involucrar a Dios en su relación y los dos lo tienen a él en su corazón.
No se trata de solo pedir por el matrimonio y esperanzarse a que algo mágico suceda; se trata también de cambiar y buscar más que a la plata y el oro la sabiduría que solo puede venir de Dios y cuando los dos tienen este compromiso, llegarán a tener sensatez y construirán un matrimonio en plenitud.
Los matrimonios sabios han aprendido que..
–No viven en casa de los suegros.
–No dan más prioridad a padres, hermanos, o sus amistades que a su matrimonio.
–No tienen cuentas de banco separadas, sus finanzas las administran en conjunto.
–Se ponen de acuerdo únicamente entre los dos sobre las decisiones importantes a tomar.
–Los dos cambian malos hábitos, o costumbres que lastiman y dañan la relación.
–No permiten que terceros le falten el respeto a su cónyuge, así sean sus padres, o familiares.
–Se congregan fielmente y sirven a Dios juntos.
–Para los dos es una prioridad el pasar tiempo a solas y disfrutarse en la intimidad.
–No suelen engañarse, o andar mintiendo.
–No menosprecian el rol, o el trabajo que hace el otro.
–Suelen sorprenderse y darse cumplidos de manera regular uno al otro.
–Se bendicen cada día uno al otro, se besan y se abrazan cada vez que se ven.
–Aprenden a controlar su carácter y sus emociones, para no insultarse, gritarse, ni faltarle el respeto a su pareja.
–Se dicen las cosas de frente, en el lugar y a la hora adecuada y de manera pacífica.
–Para los dos es una prioridad el hablar y ponerse de acuerdo en todo lo que concierne a su relación.