«Alma Mía» es una canción originalmente compuesta por María Grever, una cantante mexicana de principios del siglo XX. El año pasado la artista, compositora y productora mexicana Natalia Lafourcade decidió interpretarla junto a un video en el que se retrata casi de manera palpable la soledad que viven muchos abuelos, y el resultado es simplemente increíble. El video de la canción está a blanco y negro, detalle que de entrada le da un toque de melancolía.  Natalia, decidió grabarlo en un asilo o casa de retiro, en la mitad de un gran salón, con el público más espectacular que pudo encontrar y al  son de dos guitarras que acompañan su voz en una melodía perfecta.

Las palabras con las que inicia el video pertenecen a una mujer a la que los años parecen ya haberle dado todas las lecciones de la vida. Son frases cortas, pero que describen acertadamente el sentimiento que muchos abuelitos guardan en su corazón. Asegura «Si me siento sola, pero me acuesto temprano y me pongo a ver tele. Aquí hay veces que me gana el sueño, si, no sé por qué, la soledad da sueño…».

La soledad da sueño.

Esta frase me partió un poco el corazón. Cuántos abuelitos que una vez lo entregaron todo por sus hijos y su familia, hoy viven amargamente la soledad, esa de la que siempre quisieron huir en sus años mozos.

Pienso que la soledad tiene dos caras, la primera es aquella que debe hacer parte de nuestras vidas en algún momento, no hay edad exacta para abrazar a la soledad como regalo, como amiga, para saborearla y disfrutarla como un deleite que nos permite Dios. Desde mi punto de vista, experimentar la soledad es indispensable para luego poder valorar la compañía de otra persona con la fuerza de un huracán. La segunda cara es esta, la soledad salpicada de tristeza, la soledad que duele, que oprime el pecho a la mitad del día, la autora de los llantos «inexplicables» en la madrugada, esa que decepciona y saca más arrugas. Y tal vez sea cierto, todos huimos de la soledad, todos evitamos pensar que algún día nuestro hogar ya no será esa casa donde criamos a nuestros hijos y forjamos los más bellos recuerdos, sino un lugar en el que se apilan por montones las tristezas como hojas secas.

Me sobra tiempo

Esta frase también puede ayudarnos a reflexionar. ¿Me sobra tiempo?, ¿acaso diré eso cuando llegue a los 80 o 90?, ¿Dónde habrá quedado el afán con el que vivía hace unos años?, ¿la fatiga de la cotidianidad que me llenaba de felicidad?, ¿La santa angustia y la famosa frase «el tiempo se pasa volando y no me alcanza para nada»? A dónde fueron a parar las llamadas, los compromisos familiares y con amigos, el cumpleaños de pepito o la boda de fulana. A dónde fueron a parar las visitas inesperadas, las charlas largas, los cafés y el cansancio. ¿En qué momento dejaron de necesitarme los demás?, ¿en qué instante pase a ser tan insignificante?

Esta canción de Natalia, nos permite entrever desde la comodidad de la juventud tal vez, lo que muchos abuelos viven hoy, desde un ancianato, un lugar en el que probablemente jamás imaginaron pasar sus últimos años de vida.

No abandonemos a nuestros abuelos, no los arrumemos como objetos viejos. Es cierto que hay muchas casas de retiro con excelentes servicios, también es cierto que por circunstancias de la vida que tal vez se nos salen de las manos, esta es la única opción que tenemos, dejarlos allí. Pero que el cambio de lugar no se convierta jamás en motivo de olvido. Qué no pasen los días, las semanas, los meses o los años, sin las visitas y las llamadas. Qué no nos sorprenda la vida con la amarga noticia de que ya no hay nada, de que la muerte sí quiso visitar a nuestros padres o abuelos, que a ella si le alcanzó el tiempo para llevárselos.