SEÑOR DIOS, al comenzar esta reunión queremos que estés presente en nuestra vida. Que las tareas que realicemos tengan un sentido solidario y no sean sólo para beneficio nuestro, sino para que podamos servir a los demás con un espíritu nuevo. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.


Todos: Amén.


Dios no se hace sordo ante el sufrimiento, ante la llamada de sus hijos. Él nos escucha siempre. Podemos sentirnos amenazados por hablar en nombre de Dios, pero Él nunca nos va a abandonar. En nuestra vida hemos experimentado muchas veces el miedo, el dolor, la soledad, oscuridad, las dudas… Nos hemos podido sentir perseguidos, despreciados y hasta maltratados. Y es aquí desde este contexto que se nos invita a mirar hacia arriba para buscar la luz en Dios. Si mantenemos nuestra mirada siempre en lo alto, mantendremos firmes nuestra confianza en Dios.